Guadalupe, Luz que alumbra a Puerto Rico y el mundo

Alejandra Muñoz

Por Alexandera Muñoz Pagán, ISFCJ1 / Especial para El Sol de Puerto Rico

En diciembre del año 1531, una Luz irrumpió la tierra. Esa Luz danzaba en el vientre de una Mujer: la Madre de Dios, María. Porque -contrario a lo que pueda parecer- la verdadera Luz que vino a nosotros en el Tepeyac de México fue Jesucristo, nuestro Salvador. El Mesías, en el vientre de una Virgen que, con su aparición al indígena Juan Diego de Cuauhtlatoatzin, trajo un mensaje de amor y de esperanza. Un mensaje de luz en medio de una complicada situación histórica donde reinaba la confusión, el politeísmo con sus sacrificios humanos y un deseo de evangelización misionera con altas y bajas.

Y, vino el mismo Cristo a evangelizarnos con las palabras cariñosas, la cercanía y la iconografía pictórica de Su Madre a quien se le conoce por generaciones como la Guadalupe, la Guadalupana, la Morenita del Tepeyac. Así es Dios: realiza El mismo lo que nosotros no podemos o nos es difícil realizar. En este caso, su aparición fue un apoyo a la labor misionera de los frailes de entonces. Lo hizo en las áridas tierras de aquel cerro de las tierras mexicanas enviando a la Madre del Redentor. Porque es más que comprobado que Ella vino encinta (Isaías 7, 10-14), como una señal del Adviento que nos preparaba y nos sigue preparando para la Navidad.

Aquella Luz del vientre de la Madre no se quedó en tierras mexicanas. México fue la tierra privilegiada, el recipiente que lanzaría al mundo la luz del mensaje del Evangelio traído por Cristo a través de María. Nuestro pueblo ponceño es muestra de esto, así como tantos pueblos alrededor del orbe. El canto luminoso comenzó en aquel cerro de México y ha seguido su ritmo entre las gentes del mundo entero.

Cada 12 de diciembre, la Plaza de la Ciudad Señorial de Puerto Rico se viste de canciones a la Guadalupe, de fiesta de pueblo y se celebra la multitudinaria Eucaristía en la Catedral que lleva Su nombre. Los puertorriqueños recordamos el mensaje del Evangelio en las apariciones y expresamos nuestra devoción y vivimos el gozo de sabernos de la mano de la Madre de Dios.

Según algunos historiadores, la devoción a la Morenita pudo haber llegado a nosotros después de la fundación de Ponce, aunque otros sustentan lo contrario. Independientemente de cómo sucedió, lo cierto es que el mensaje guadalupano surgió de los corazones de pequeñas comunidades católicas y misioneras que comenzaron a establecerse en el sur de Puerto Rico. Hoy, agradecemos esa semilla, que nos ayuda a cantar al ritmo de la danza de la Madre del Verdaderísimo Dios por Quien se vive.

Sobre la autora: La autora es fundadora y creadora de contenido del proyecto de Evangelización y Catequesis Et In Corde Patris Publications y moderadora del programa en línea “Directo al Corazón”. Es consagrada en la Iglesia Católica en el Instituto Secular “Heart of Jesus” de la Familia Cor Unum en Estados Unidos.

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