Foro Cooperativo

Evaristo Toledo

Por Evaristo Toledo M. Toledo / Presidente de la Asociación de Presidente y Líderes Electos de Cooperativas

En la década del 70 cuando el que escribe era Presidente de la Unión que agrupaba los empleados de la Asociación de Empleados del ELA me tropecé con una situación que todavía me causa indignación y me trae malos recuerdos.  Se las voy a contar….

La Asociación de Empleados tenia un seguro de vida que cobijaba a todos los socios y según el reglamento si el socio fallecido no había hecho testamento el seguro le correspondía al conyugue sobreviviente.  Esa era  la regla establecida por años y años por la Asociación y aunque en algunas situaciones  se atrechaban las interpretaciones para darle una manita a los ahijados,   en este caso en particular  la Ley fue observaba con diligencia y con los ojos cerrados.

Don Yayo, su nombre completo no lo recuerdo, era empleado público y socio de la Asociación y tenia un seguro Chevrolet por no decir Cadillac y era un padre soltero que había criado a sus hijos solo, ya que su primera esposa se había embarcado para Nueva York a visitar un familiar y no la volvió a ver más en su vida.  Para decirlo más claro,  su mujer se fue con el chillo y lo dejo con dos cuernos, un montón de deudas y tres hijos.

Don Yayo nunca se caso de nuevo se dedico a cuidar a sus hijos y luego de  perder contacto con su ex se enamoró de una vecina soltera, doña Felipa Rivera con la que convivió 15 años y fue la que le crio los tres hijos y lo cuidó con esmero en sus últimos días de enfermedad que fueron largos y difíciles.

Doña Felipa Rivera que era la abnegada compañera de Don Yayo, la que le crió los hijos y los acompaño hasta que abandonó esta vida se comunico conmigo y me contó que  la pensión que había dejado su compañero los estaba reclamando a la Asociación un abogado truquero de Caguas a nombre de una mujer de Nueva york que alegaba que era la esposa legal de Don Yayo.

El abogado de la gansa agarrado del acta de matrimonio y el alegato de que Don Yayo nunca se había divorciado legalmente de ella, se las ingenio para someter el caso por estipulación y para  sorpresa  de su compañera de toda la vida  un juez de Caguas le dio la razón a los abogados de  la Asociación y ordeno entregar  a la adultera  los chavos del seguro, dejando a la fiel compañero  del difunto en la prángana.

Con  la ayuda del primer abogado exilado cubano que revalido en Puerto Rico, Manuel Dorta Duque se me ocurrió demandar a la Asociación y la gansa    planteando al tribunal que la gansa  había violado la ley al cometer adulterio y  eso la inhabilitaba para recibir el seguro de esposa legítima. La acuse de cometer fraude para apropiarse de un seguro que es un delito federal.

La  presión de la opinión publica  convenció a un grupo de   líderes de la Asociación  de la injustica que se estaba cometiendo y ordenaron  reabrir el caso  y al final    se llego a un  acuerdo bajo condiciones que beneficiaban a la honesta mujer de don  Yayo y partían por el medio a la gansa y su abogado truquero,  bajo términos que las partes se comprometieron a no divulgar. Con este caso solo quiero probar que LA JUSTICIA Y LA LEY A VECES NO CORREN POR EL MISMO CARRIL

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