Misterioso el rumbo de casos de niño/as desaparecidos en la isla

Periódico El Sol de Puerto Rico / Por Agustín Muñoz

La desaparición de personas representa una grave crisis de derechos humanos en cualquier parte del mundo y Puerto Rico no es la excepción. En la isla, las autoridades especulan que los casos ocurren por conflictos familiares, deudas por drogas, trata de personas e incluso por extracción y tráfico de órganos y tejidos humanos.

En 2018, la Procuradora del Ciudadano, Iris Mirian Ruiz, llamó la atención sobre una supuesta escalada en los casos de trata humana con diferentes propósitos en la isla y la negativa de las autoridades en admitirlo. Dijo, entonces, que lamentablemente Puerto Rico se había convertido en puente de las Américas en ese tráfico ilícito. Recordó el caso de una puertorriqueña que contrajo matrimonio con un hombre de nacionalidad peruana y fue víctima de ese tráfico de humanos.

Aunque se desconoce las causas y propósitos de casos de desapariciones por resolver en Puerto Rico, muchas de éstas datan desde hace 30 años o más y se mantienen sin archivar.

Uno de tantos casos es el de la guayanillense Cristina Esther Ruiz Rodríguez, quien fue vista por última vez la noche del 21 de mayo de 2006. Tenía 13 años al desaparecer. Vivía con sus abuelos en la urbanización Villas del Río en Guayanilla. De acuerdo con el registro de su desaparición, a la joven “le gustaba socializar con personas en salas de chat en línea” y su lengua estaba perforada.

Las autoridades creen que Ruiz Rodríguez pudo haber sido víctima del presunto asesino en serie Amílcar Matías Torres, quien actualmente cumple una condena en prisión por solicitar sexo a varias adolescentes que conoció en Internet. Sin embargo, Matías Torres nunca ha enfrentado cargos por el caso de Cristina, ni por ningún otro homicidio o desaparición sin resolver.

Al convicto también se le relaciona con la desaparición de Yeritza Aponte Soto,el 10 de febrero de 2001, cuando ella tenía 17 años. Los hechos ocurrieron en la Comunidad Luciana en Juana Díaz cuando se disponía a visitar una piscina pública del barrio Collores de ese pueblo en compañía de un adulto. Los investigadores creen que fue secuestrada por Matías Torres ya que descubrieron fotografías de la joven Aponte Soto enterrada en una bolsa en su patio. Trascendió que un hermano de Matías Torres confirmó que ambos se conocían. El historial del caso dice que la joven tenía un lunar grande en la mano izquierda y una cicatriz de cinco pulgadas en la pierna derecha. Al momento tendría 40 años.

Otro cuyo expediente sigue en tramitación es el de Luis Guillermo López Lugo visto por última vez en Guayanilla, el 20 de junio de 1998, cuando contaba con solo 9 años. Las circunstancias que rodearon su caso no están claras, dicen las autoridades policiales. Sin embargo, asumen que es posible que esté viviendo en el estado de Nueva York.

Está escrito en el registro de la pesquisa que el 20 de junio de 1998, “aproximadamente a la 1:00 PM, el niño salió a `La Batera’ que es lugar donde se juega pelota”. “Después de esto no se supo más del paradero del niño. Esto ocurrió en el sector La Playa de Guayanilla. El niño vivía con su abuela materna”.  Ahora tendría 32 años.

De acuerdo con el Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados de Estados Unidos, otros 17 casos de niños y jóvenes puertorriqueños aún permanecen sin aclararse.

El pueblo de Adjuntas también fue escenario del secuestro de un niño de 2 años el 6 de julio de 1976 y todavía permanece sin esclarecer. Se trata de Ángel Torres Irizarry. El entonces infante desapareció mientras jugaba con su hermano gemelo. El pasado 27 de agosto cumpliría 50 años.

Se informó que la tarde de su desaparición Torres Irizarry estaba jugando con su hermano gemelo (el cual era idéntico) en el patio frente a su residencia y cuando su madre los llamó encontró al hermano de Ángel solo en el patio. La averiguación del caso lleva a los investigadores a creer que pudo haber sido llevado al estado de California. No obstante, no han podido dar con un paradero específico. El niño tiene una cicatriz en forma de mariposa en la parte derecha de su cabeza.

Otro caso notorio es el de Michelle Enid Delfi Feliciano desaparecida desde 1992 en el barrio Jauca de Santa Isabel a los 4 años. La versión oficial del caso destaca que la niña estaba visitando la residencia de sus abuelos y aparentemente fue secuestrada mientras jugaba en el patio de la casa de un vecino en horas de la noche.

La versión de su abuelo, no identificado, es que escuchó un “auto viejo” cerca de la casa y cuando salió a ver a Delfi Feliciano notó que ya no estaba. Aunque el caso está sin resolver, la pesquisa recoge que la menor estuvo en compañía de un conocido de la familia algún tiempo después de su desaparición inicial. Se dice que un presunto sospechoso viajó fuera de la isla y luego regreso, pero Michelle no ha sido localizada.

Lo extraño del asunto es que se especula que la fémina puede estar alguna comunidad puertorriqueña en Massachusetts, Nueva York o Florida ya que su familia tiene vínculos con esas regiones en Estados Unidos o la República Dominicana. Tras su ausencia se regó el rumor de que su padre o alguien del lado paterno de la familia estuvo involucrado en su desaparición, ángulo no probado. En la actualidad tendría 36 años.

De acuerdo con el Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados de Estados Unidos, otros 17 casos de niños y jóvenes puertorriqueños aún permanecen sin aclararse.

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