El movimiento que nos cambió el rumbo

 

Los sismos ocurridos en nuestra isla a partir del 28 de diciembre pasado han trastocado el
diario vivir de los puertorriqueños, independientemente residan en la zona más afectada, el
suroeste o las áreas distantes de los epicentros. Nos han marcado para siempre. La
experiencia ya no se fundamenta en movimientos de la tierra en la lejana California, Chile o
países asiáticos, sino que fue y es en mi vecindario, en casa.

Antes del evento del 7 de enero de 2020, nos hablaron del devastador terremoto del 1918.
Según la Red Sísmica de Puerto Rico (RSPR), en aquella ocasión la parte noroeste de la Isla
fue la más afectada por la sacudida dada su proximidad al epicentro. Se evaluó que la
magnitud del sismo alcanzó 7.3 en la escala Richter lo que se considera un evento de gran
magnitud. La intensidad del suceso alcanzó un nivel IX en la ciudad de Aguadilla y sus
alrededores acorde a la escala Rossi-Forel utilizada en aquella época. Tuvo un efecto entre
destructor y devastador. Ocasionó grandes daños y pérdidas de vidas. Aquella vez del 1918, el
terremoto fue repentino, sin advertencia, pues no se habían sentido sacudidas en la parte
noroeste de la Isla durante los siete u ocho meses previos.

Sin embargo, el fuerte movimiento telúrico de 6.4 del 7 de enero, tuvo sus avisos durante más
de una semana. Desgraciadamente, nadie predijo con exactitud la ocurrencia del gran
estremecimiento y si se hubiese pronosticado, como ocurre con los huracanes, nada podía
evitar el derrumbamiento de casas y edificios grandes como sucedió en Guánica, Guayanilla,
Yauco, Peñuelas y Ponce.

El huracán María nos reveló la fragilidad que muchos conocían y otros muchos ignoraban. Nos
puso a prueba, pero no aprendimos la lección. El presidente de los Estados Unidos, Donald
Trump, nos lo estrujó en la cara, a todos por igual, tristemente. Ahora, los sacudiones
frecuentes de la base que pisamos nos remachan y acentúan la inconsistencia del gobierno. Sí,
somos un pueblo generoso sin límites, pero Juan del Pueblo carece de recursos para reparar
los daños a los afectados.

Ahora, aprendimos que nuestra región es zona sísmica, pues se ubica entre las placas
tectónicas de Norteamérica y la del Caribe. Los peritos de le RSPR señalan que cuando las
placas telúricas de la región sufren deslizamiento, la cercanía entre unas y otras provoca que
se amontonen entre sí lo que causa acumulación de energía y estimula el movimiento de la
tierra. Esas convulsiones redistribuyen la presión a lo largo de la placa por corto tiempo, pero
vuelven a almacenarse y provocan las llamadas réplicas.

El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS en inglés) monitorea con frecuencia nuestra
zona sísmica y asegura que las réplicas deben disminuir y, por ende, la probabilidad de otro
terremoto similar o peor al del 7 de enero.
Desde nuestra mesa de redacción nos atrevemos a decir que los alcaldes de los municipios
más golpeados por los sismos han demostrado sensibilidad y vocación de lo que debe ser un
buen servidor público.

Periodico El Sol PR

970x90
Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest

Dejar un comentario