El agua de lluvia ya no es potable en ninguna parte del mundo, asegura estudio científico sueco
Inter News Service / Por Rafael Santiago Medina
San Juan, 3 de agosto de 2022 – El agua de lluvia ya no es potable en ningún lugar del mundo, ni siquiera en la Antártida o en la meseta tibetana, aseguran investigadores de la Universidad de Estocolmo, Suecia, y cuyo estudio se publicó en la más reciente publicación de la revista Environmental Sciencie & Technology.
La razón es por la presencia en la atmósfera de sustancias perfluoroalquiladas y polifluoralquiladas (PFAS) originadas por causas antropogénicas.
Se trata de compuestos químicos que se han asociado con una amplia gama de daños graves para la salud, que incluyen desde dificultades para el aprendizaje hasta cáncer, infertilidad, aumento del colesterol y problemas del sistema inmunitario.
“Durante los últimos 20 años ha habido en el agua potable una alteración asombrosa de los valores de referencia admisibles para PFAS. Por ejemplo, el valor para (…) el ácido perfluorooctanoico (…) ha disminuido 37,5 millones de veces en Estados Unidos”, explicó Ian Cousins, autor principal del estudio y profesor del Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Estocolmo.
Como resultado de tales cambios, se considera que la cantidad de PFAS en el medio ambiente está ahora muy por encima de los niveles aceptables.
“Según las últimas pautas (…) el agua de lluvia en todas partes se consideraría insegura para beber”, subrayó Cousins.
Los estudios de los últimos años de trabajo de laboratorio y de campo indican que los niveles en la atmósfera de algunas PFAS dañinas no están disminuyendo, a pesar de que su principal fabricante, la multinacional estadounidense 3M, dejó de producirlas hace ya dos décadas.
Esto se debe a que las PFAS son altamente persistentes, y a los procesos naturales, que las reciclan continuamente de vuelta a la atmósfera desde la superficie del océano o de la tierra.
Jane Muncke, directora general de la Fundación Food Packaging Forum en Zurich (Suiza), quien no participó en la investigación, concluye que es inaceptable que “unos pocos se beneficien económicamente contaminando el agua potable de millones de personas”.