Los velorios, salpicados por la pandemia

Por Agustín Muñoz/El Sol de Puerto Rico

Es un tema que a pocos les gusta conversar. Sin embargo, algún día seremos protagonistas, pues ningún ser vivo se escapa de él. Viejos o jóvenes, todos somos candidatos seguros. Nacemos y con el tiempo, nos llega la muerte y nos velan.

Cuando alguien muere inmediatamente se piensa en su velatorio o velorio. Es cuando se reúnen familiares y amigos del difunto en las horas que siguen a su muerte, previo al entierro o cremación del cadáver.

El origen de los velatorios se remonta a la Época Medieval cuando las condiciones de salud e higiene eran escasas. Se dice que, independiente de la religión, los cuerpos después de la muerte yacían en un sepulcro o en la morada del difunto durante un máximo de tres días al cabo de los cuales los familiares y cercanos se aproximaban para despedirse. En el ínterin, los allegados recordaban la vida del extinto y allí recibían obsequios comestibles para que el momento fuera menos doloroso. Según la religión y el lugar, las formas de velar a un fallecido variaban.

En Puerto Rico, hasta hace varias décadas, los velorios se realizaban en las casas donde vivieron los fallecidos, pero esa tradición prácticamente desapareció. Ahora, la costumbre es velar al difunto en capillas de las empresas funerarias. Empero, con la llegada de la pandemia por el COVID el protocolo en las funerarias cambió.

Edgardo “Eggie” Vargas, funerario con larga trayectoria en esa industria, explicó que dicho protocolo permite, según el tamaño del establecimiento, hasta un 30 por ciento del total de cabida en su interior. Cada asistente deberá cumplir con los requerimientos de mascarilla y el distanciamiento físico establecido. Además, el horario permitido es de 10 de la mañana a 10 de la noche.

El dueño de la Funeraria San Ramón de Juana Díaz indicó que la directriz no permite la presencia de menores de 12 años en los velatorios.

Hasta hace poco, muchos de los familiares de los difuntos preferían cargar el ataúd con los restos y caminar desde la funeraria hasta el camposanto, dependiendo de la distancia. Vargas dijo que esa práctica tampoco es permitida y los asistentes a las ceremonias de despedidas de duelo en los cementerios no deben superar las 25 personas.

Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) han señalado que para ayudar a prevenir la propagación del COVID-19 en las comunidades, es necesario hacer cambios en la forma en la que se organizan los funerales, visitas y ceremonias conmemorativas de personas fallecidas. Propone el uso de la tecnología para conectarse de manera virtual con familiares y amigos durante el proceso de duelo.

Además, sugiere que se evite tocar el cuerpo o las pertenencias de la persona fallecida u otros objetos ceremoniales a fin de preservar la seguridad de todos, entre otras prácticas.

Vargas respondió que el protocolo autorizado por los organismos de salud de Puerto Rico y el gobierno federal obligó a las empresas funerarias a incurrir en gastos adicionales en su operación. Sin embargo, opinó que esa movida económica en nada debe afectar los costos por los servicios a los clientes. “No sé los demás, pero no hay motivo para eso”, reconoció Vargas.

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