Afianzados usos de drogas y alcohol entre delincuentes juveniles

drogas y la delincuencia

Periódico El Sol de Puerto Rico / Por Agustín Muñoz

14 de septiembre de 2023 – “Yo estuve preso, mi hermano, y no es fácil allí. En mi barrio yo conozco a todos los que están en las de robar y esas otras cosas y les digo que estar preso no es fácil”. Estas son expresiones de un joven que en su adolescencia estuvo involucrado en actos delictivos hasta que cayó en prisión.

“Yo los aconsejo, yo les digo, pero no les importa. Yo tampoco hacia caso a los consejos, pero cuando estuve preso entendí que eso no estaba bien, ¿entiendes?”, fueron las palabras de Miguel Ángel Cruz, quien actualmente reside en Ponce. Tras su salida de prisión, Cruz, quien ahora pasa de los 30 años, tomó la decisión de rehabilitarse y “ser una mejor persona y ciudadano”.

“Ahora tengo un trabajo decente y familia y no quiero que ellos sufran por las cosas malas que yo haga. Quiero ser un ejemplo bueno para mis nenes y cuando crezcan les voy a hablar de todas estas cosas. Los quiero buenos”, expresó quien en un momento de su vida fue delincuente juvenil.

Según estadísticas, la edad promedio en la cual los jóvenes comienzan a involucrarse en actos delictivos es entre los 14 a 18 años.

Lamentablemente, el uso de sustancias prohibidas los lleva a la comisión de delitos, incluso asesinatos. Diversos estudios han encontrado que la presencia de un trastorno psiquiátrico en combinación con abuso de drogas y/o alcohol son factores de riesgo en la juventud puertorriqueña.

Otro detalle resaltado es la aceptación, la crítica familiar y los conflictos maritales correlacionados significativamente con los síntomas de depresión y los problemas de conducta en el sector juvenil.

Una investigación encomendada por la Administración de Tribunales de Puerto Rico (ATPR) en 2015 encontró que las características de los jóvenes involucrados en actividades ilícitas han evolucionado, con más menores “con disturbios emocionales, con mayores problemas familiares de dependencia económica, con progenitores separados o divorciados, con enfermedades mentales o terminales en su familia y con problemas de aprendizaje e indisciplina”.

Tal fue el caso de Jotsuel (nombre supuesto) cuyos padres se divorciaron cuando éste fue adolescente. En aquel tiempo, estudiante de escuela intermedia en un municipio del área sur de Puerto Rico, Jotsuel presentaba frecuentemente problemas de conducta. Protagonizaba peleas con otros estudiantes lo que obligaba a la autoridad escolar a imponerle castigos continuos. Esas sanciones no eran suficientes para disciplinar al joven estudiante.

Entonces, la directora escolar y la trabajadora social del plantel decidieron buscar la raíz de la mala conducta y rebeldía del muchacho, junto con sus padres. Trascendió que cuando se le preguntó al adolescente por qué ocasionaba tantos problemas en la escuela su respuesta fue que “así era que podía ver a mi papá”.

El documento de la ATPR “puntualiza, una vez más, la importancia del entorno familiar, comunitario y del entorno escolar en el desarrollo social y emocional en la adolescencia”.

“Durante esta etapa de vida se suscitan una serie de situaciones conflictivas con la familia que, dependiendo de las condiciones positivas o negativas en que se encuentren los adolescentes, les facilitará superarlas de una manera más o menos adecuada. Incluir a la familia como aliada para la prevención redunda en un beneficio para el bienestar del joven”.

Los resultados de la indagación también “apuntan a la necesidad de desarrollar medidas prácticas y eficaces que contribuyan al beneficio de los y las jóvenes de Puerto Rico”.

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