Ángeles en la puerta de mi alma: Un testimonio real

Periódico El Sol de Puerto Rico / Por Agustín Muñoz

8 d ejunio de 2023 – Fueron dos. Sí, dos niñas vestidas de blanco que tocaban el violín con sus cabellos. Se paseaban por la habitación donde se encontraban una pareja de ancianos encamados. Por momentos rondaban a la mujer encamada y luego se movían al lado de su esposo, pero siempre concentradas en el hombre tendido en su lecho. Ambos echados y sufrientes, casi inmóviles, por causa de sus respectivas condiciones de salud.

Él (Andrés) padecía de la enfermedad de Alzheimer, el trastorno cerebral que va destruyendo la memoria y la capacidad de pensar. Al mismo tiempo sus extremidades inferiores afectadas, característica de la pérdida de conexiones entre las neuronas que transmiten mensajes entre distintas partes del cerebro y desde el cerebro a los músculos y órganos del cuerpo, según los entendidos.

Ella (Amalia), con un diagnóstico de Alzheimer leve y otras condiciones catastróficas que han provocado una permanente estadía en el lecho de la pequeña habitación. Los dos apoyándose entre sí, sin apenas tener conciencia de ello.

Escuché cuando él dijo “ella ha batallado mucho”. Inmediatamente, ella, con voz suave, le reconoció y murmuró “y tú también”.

El AMOR era el hilo conductor entre esos dos seres. Preocupados uno por el otro, pero sin poder ayudarse entre sí; solo rezar. El estado crítico que ella mostraba daba la impresión de que se iría primero hasta la morada celestial. No fue así, Andrés, el esposo, se le adelantó.

Un par de días antes de la partida física de Andrés, ocurrida el pasado 18 de abril, él comentaba a sus íntimos sobre aquellas dos “chicas” vestidas de blanco que lo “paseaban de un lado a otro” y “tocaban el violín con sus pelos (cabellos)”. Decía que las niñas lo llevaban de su cama “al panteón y del panteón a la cama”. Amalia, en una cama separada de la misma habitación, parecía confirmar a su esposo al susurrar que “las nenas vienen y se acuestan a mi lado, pero luego se van para la cama de Andrés”.

Escritos sobre el tema afirman que “los ángeles representan la presencia amorosa y divina que cuida y protege nuestro camino”. El Catecismo de la Iglesia Católica (CCC #328) recoge que “la existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe”.

Más adelante, ese mismo documento en el 331 dice que “Cristo es el centro del mundo angélico, lo mismo que del mundo humano”. Los ángeles están a todo lo largo de la historia de salvación y de nuestras vidas. Agrega que “nos anuncian la Buena Nueva, la Encarnación y la Resurrección del hijo del hombre”.

A través de la Biblia se representa a los ángeles como un cuerpo de seres espirituales intermediarios entre Dios y los hombres. En toda la Biblia repetidamente se da a entender que cada alma tiene su ángel de la guarda. No sólo representa a los ángeles como nuestros guardianes, sino también como nuestros intercesores reales.

Por tanto, se inserta en la Enciclopedia Católica en línea que “no es sorprendente que la Iglesia haya aprobado, el 31 de mayo del año 2,000, una “consagración de los santos ángeles”. Establece que “es un don de sí a personas definitivamente santas. Un don de sí encarnado en la gracia del bautismo”.

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